La experiencia muestra que la cuando se asume que en un determinado campo no existe enfoque de género, lo que habitualmente ocurre es que inconscientemente predomina la visión o el sesgo natural de quienes han realizado el análisis; es decir, predomina el enfoque de género masculino .
Enfoque de género implica reconocer que, por las circunstancias que sean, varones y mujeres se ven afectados de una manera distinta -y consecuentemente reaccionan también de un modo diferente- por un determinado problema. En el campo sanitario el enfoque de género permite un mejor diagnóstico -y por ello un mejor abordaje- de las circunstancias concretas que afectan a la salud, a la enfermedad, a la manera de enfrentarse a ellas y a las consecuencias que de ellas se derivan. El enfoque de género es especialmente relevante en los trastornos conductuales (donde se encuadran las adicciones), ya que, sea por circunstancias genéticas, hormonales o ambientales, es en la conducta donde mayores diferencias se observan entre mujeres y varones.
Su razón de ser viene justificada por la presencia de realidades diferenciales, independientemente de las causas de éstas. Al igual que otros procesos, trastornos o enfermedades requieren un abordaje diferencial en virtud de la edad o de la pertenencia a diferentes culturas de las poblaciones, gran parte –si no, todas- realidades relacionadas con la salud requieren un abordaje de género específico, simplemente por razón de eficacia y para realizar las intervenciones de la manera más científica –más adecuada a la realidad- posible.
Los estudios sobre salud en general, o sobre adicciones en particular, se han hecho con un inconsciente enfoque de género masculino, que es el que ha predominado a lo largo del desarrollo científico del siglo XX. En parte, esto viene también justificado porque, históricamente, la mayor parte de adicciones –también el tabaquismo- han afectado mayoritariamente a varones.
Todos los métodos que han demostrado eficacia en la cesación tabáquica de varones, son también válidos para mujeres. Pero esto no quiere decir que sean igualmente válidos; quiere decir que con ellos se alcanza una eficacia superior al placebo. Al igual que los adolescentes pueden requerir, por su diferencia de edad y de expectativas, tratamientos especiales para su tabaquismo (a pesar de que en ellos también sean eficaces los recursos habituales), las mujeres -o determinados grupos de ellas- pueden requerir un abordaje más específico que tenga en cuenta sus necesidades y expectativas diferenciadas.

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