Que el tabaco mata, es bien sabido por todos. Pero las consecuencias del tabaquismo no sólo se traducen en una elevada mortalidad por cáncer de pulmón o enfermedad cardiovascular. El consumo de cigarrillos también tiene consecuencias estéticas y dermatológicas devastadoras. De ahí que la frase ‘El tabaco le hace a usted viejo y feo’, pueda convertirse en el mejor reclamo para que los jóvenes, cuya preocupación por el aspecto físico va en aumento, digan no al tabaco.



La piel es un fiel reflejo de nuestro estado de salud. Por ello no resulta muy difícil distinguir a los fumadores de los no fumadores por la calidad de su cutis. Más de 60 sustancias nocivas procedentes de los cigarrillos contribuyen a crear lo que se denomina ‘cara del fumador’, una serie de características que muestran el deterioro que el tabaco provoca en la piel: “arrugas profundas, aspecto demacrado, huesos prominentes, piel grisácea, dientes amarillos”, explica la dermatóloga Ana López Barri, presidenta de la Asociación Española de Mesoterapia.

Pero esto no es todo, el consumo de tabaco también favorece la aparición del paladar o lengua del fumador, provocados por los alquitranes y el calor de la combustión, así como el desarrollo de cáncer de boca o labio. “El 80 por ciento de las personas que sufren cáncer de labio son fumadoras”, apunta López Barri.

La aparición de estos signos está directamente relacionada con el número de cigarrillos consumidos. Así, cuanto más se fuma más empeora el estado de la piel.

Entre las sustancias más dañinas se encuentra la nicotina, que además de favorecer la adicción al tabaco tiene un efecto vasoconstrictor al elevar los niveles de vasopresina, una hormona que estimula la contracción de las fibras musculares. Como consecuencia, los vasos se contraen, aumenta la presión sanguínea y empeora la cicatrización de las heridas. “Debido a este efecto vasoconstrictor los especialistas recomiendan dejar de fumar un mes antes y un mes después de una intervención quirúrgica”, señala López Barri.

El tabaco también provoca la hidroxilación de un esteroide estrógeno llamado estradiol. “Esto se traduce en una disminución de estrógenos, lo que favorece la sequedad y atrofia cutánea en las mujeres. A su vez, la reducción de estrógenos provoca un ligero aumento de andrógenos y puede aparecer más vello”.

Asimismo, el tabaco disminuye la aportación de oxígeno a los tejidos y la absorción de vitamina A, altera el colágeno y la elastina, favorece la atrofia dérmica y la agregación plaquetaria.


El rostro del fumador

Daño reversible

Afortunadamente, y a diferencia de lo que ocurre con el daño provocado por los rayos ultravioleta, la mayor parte de los efectos del tabaco en la piel son reversibles. Para ello es imprescindible dejar de fumar definitivamente y emprender un tratamiento sintomático. “Para recuperar la piel se emplean cremas con estrógenos y con ácidos retinoico y glicólico, que aceleran la descamación de la piel, y se realizan peelings, con los que se consigue eliminar las células muertas y acelerar la regeneración de la piel. También es conveniente el consumo de suplementos que ayudan a combatir los radicales libres, como las vitaminas A y E, zinc y selenio”.

Estos tratamientos van acompañados de otras recomendaciones, como evitar las exposiciones solares o el consumo de alcohol. Aunque la mejoría empieza a notarse casi de inmediato, “la piel no se recupera del todo hasta pasados tres o cuatro años después de dejar de fumar”, concluye López Barri.

Fuente: www.dmedicina.com



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