El tratamiento que aplica la Clínica contra el Tabaquismo de la UNAM busca que los pacientes aprendan a manejar sus emociones. El primer paso es redactar una carta con la que se “despiden” de su adicción, para luego empezar a modificar su estilo de vida. Como una relación tormentosa de amor y odio, en la que la persona se sabe lastimada pero se aferra a continuar en ella, define Guadalupe Ponciano, directora de la Clínica contra el Tabaquismo de la UNAM, la adicción al cigarro. Más allá de la dependencia física, los fumadores desarrollan un “lazo afectivo” con el tabaco que les impide dejarlo pues se convierte en una parte que se cree indispensable para desarrollar las actividades diarias..

La especialista explicó que los fumadores desarrollan un proceso cognitivo en el que se asocia el consumo de tabaco con las distintas emociones que se viven. Por ejemplo, cuando una persona se siente triste y se fuma un cigarro que le da bienestar, se implanta la idea de que para sobrellevar los momentos de tristeza es necesario el consumo de tabaco. Pasa lo mismo en situaciones de nerviosismo, alegría, soledad o convivencia en las que se encuentran las personas con un cigarro en la mano. “Este lazo emocional empieza desde el primer cigarro”. La razón por la que se dificulta dejar este hábito es que el fumador desarrolla dependencia física y el cuerpo “pide” la dosis de nicotina necesaria para permanecer tranquilo.

Ponciano detalló que el paso más difícil “es tomar la decisión de romper el lazo afectivo con el cigarro que trae consigo un proceso de duelo semejante a la pérdida de un ser querido o el final de una relación amorosa”. Los motivos por los que la gente deja de fumar son diversos: unos lo hacen por antecedentes de infarto o diagnóstico de enfisema; otros por la familia o la pareja, y unos más por convicción personal. El programa que se emplea desde hace más de una década en Ciudad Universitaria es cognitivo-conductual, a través del cual se enseña a la gente a manejar sus emociones sin necesidad del cigarro, además de sustituir la nicotina por chicles o parches, de acuerdo con la necesidad de cada paciente. En este proceso es cuando el fumador vive el duelo de dejar la adicción y aprende a modificar su estilo de vida, así como a llenar el vacío que el cigarro deja en él, con otras actividades. Pero antes tiene que despedirse del cigarro “con una carta que cuando la leen se entienden a sí mismos y su adicción”.

Ponciano recordó que los beneficios de dejar de fumar son inmediatos: ocho minutos después del último cigarro, los niveles de monóxido de carbono en la sangre bajan y se eleva la concentración de oxígeno; a los 20 minutos la temperatura de manos y pies se normaliza, así como la tensión arterial y la frecuencia cardiaca. En un día se disminuye el riesgo de un ataque cardiaco, en 48 horas se comienzan a percibir mejor los olores y sabores de las cosas, y en tres días disminuye el cansancio al realizar alguna actividad física y comienza la limpieza del aparato respiratorio con la desinflamación de los bronquios.



















Fuente: El Universal.



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