No hay nada mejor para entorpecer el proceso hacia la eliminación del hábito de fumar que una buena explicación sobre por qué es difícil hacerlo.



Es difícil dejar de fumar?

La "dificultad" de algo no es una característica constitutiva de ese algo.. Emitir un juicio genera una relación con lo juzgado y configura un camino de acción particular. Como dice Echeverría, "cuando emitimos un juicio nos relacionamos con lo que estamos juzgando desde el punto de vista de nuestras inquietudes y lo formulamos en términos de las posibilidades que abre o cierra para nosotros". Los juicios determinan nuestras condiciones, la forma en que vivimos y configuran nuestras posibilidades futuras.

Tenía yo 25 años y ya fumaba desde hacía 9. Recuerdo que le pregunté a un médico de la familia cómo podía dejar de fumar, en circunstancias de que era muy difícil (así lo veía yo en ese entonces). El médico me dijo "deja de fumar". Yo repetí la pregunta intentando escuchar alguna argumentación técnica sobre las razones de la dificultad y los mecanismos para dejar el vicio. Nuevamente el doctor me responde "simplemente déjalo". La respuesta me pareció ciertamente pobre, sobre todo viniendo de un especialista. No obstante involucraba una profunda sabiduría. Efectivamente lo que había que hacer era dejarlo sin cuestionamientos o deliberaciones. En ese momento en realidad yo buscaba robustecer mi convicción de que eso era difícil, para alimentar mi coartada contra la abstinencia. Quizás lo que le faltó a este especialista para provocar en mí un cambio de conducta fue convencerme de que mi dificultad para dejar el cigarrillo tenía que ver con mi propia interpretación sobre el problema y no con el hábito de fumar. En ese momento yo no consideraba que las decisiones están asociadas a elementos internos que, si bien se gatillan desde afuera, se producen dentro del individuo. Todo lo que éste decide es una puerta que se abre desde adentro. Decir que algo es difícil, es emitir un juicio sobre nuestra relación con aquello que juzgamos. No es estar describiendo una de sus características.

Cuando decimos "es difícil dejar de fumar" estamos haciendo varias cosas inútiles:

1.- Estamos tratando la dificultad de dejar de fumar como una característica inherente al hábito y desvinculada de nuestra voluntad.

2.- Estamos utilizando el juicio de dificultad como una explicación-justificación de la situación.

3.- Estamos validando esa explicación como la explicación correcta (al apelar tácitamente al juicio de dificultad como característica constitutiva del hábito de fumar).

El resultado es que cerramos la posibilidad de eliminar el hábito por nuestra propia voluntad ya que asumimos que es algo que no depende de nosotros sino que es el resultado de condiciones externas no controlables.

Cuando nos preguntamos acerca de por qué es difícil dejar de fumar (u otro hábito cualquiera que deseemos modificar), lo primero que debemos hacer es cuestionar la propia pregunta. ¿Tiene sentido la pregunta? El sólo hacerla refleja una mirada inadecuada sobre el problema. No hay que hacer la pregunta: hay que cambiar la mirada sobre el asunto. Existen múltiples justificaciones que "se saltan" la voluntad y nos entregan una buena coartada para no dejar de fumar. Por ejemplo se dice que "es difícil dejar de fumar porque la nicotina produce adicción". Y es verdadero que la nicotina es adictiva. Pero resulta absolutamente inapropiado asumir esta característica como la explicación "válida" de la dificultad para dejar el cigarrillo (y en general esto opera respecto de la modificación de cualquier otra conducta del ser humano), ya que el hecho de que nuestras decisiones siempre constituyen un acto volitivo es algo que no resiste análisis. De hecho está demostrado que la mayoría deja el cigarrillo por su cuenta, de un día para otro. Se esgrimen argumentos como síndrome de privación, dependencia física, sicológica, social, etc., pero el problema se deriva de establecer estas características como la explicación válida del problema.


Dejar de Fumar: Decidir sin excusas. (Parte I)

Decidir sin excusas

Nuestras decisiones siempre implican optar. Dejamos de hacer algo en beneficio de lograr otra cosa. Todo tiene lo que en economía se llama costo alternativo. Dejar de fumar implica por lo tanto, privarse de ciertas cosas para favorecer la obtención de otras. Desde este punto de vista dejar de fumar no se diferencia cualitativamente de miles de otras decisiones sobre cambios de conducta que tomamos las personas. "Desde ahora llegaré temprano al trabajo" por ejemplo, es una decisión cualitativamente similar.

Algún fumador impermeable a los argumentos vertidos aquí podrá esgrimir que la nicotina es adictiva y que, en consecuencia, la dificultad de mantenerse sin fumar es mayor que la del esfuerzo involucrado en llegar temprano al trabajo, ya que la adicción implica la búsqueda compulsiva de la nicotina. Pero, ¿cuánto mayor es la dificultad de dejar el cigarrillo respecto de la dificultad de mantener la promesa de llegar temprano al trabajo? ¿Se puede medir? ¿Existe un grado de dificultad a partir del cual la voluntad es ineficaz para provocar un cambio de conducta? El punto está simplemente en la disposición emocional del fumador a dejar de serlo. Y eso se relaciona directamente con la forma en que él explica su situación.

Es evidente que este tipo de decisiones que involucran cambios de hábito requieren de la voluntad del sujeto para mantenerse en el cambio, pero se trata justamente de eso: de "hacerlo". ¿Cómo explicaríamos, si la voluntad fuese ineficaz, el hecho de que alguien que se declara en huelga de hambre sea capaz de decidir permanecer sin alimentación durante varios días en circunstancia que el "comer" es una necesidad biológica cuya insatisfacción compromete la propia vida del individuo?

Es frecuente que la sicología trate el tabaquismo como una enfermedad, lo cual refuerza en los fumadores su convicción de que la dificultad de dejar el cigarrillo es una característica propia del hábito y no una forma de relacionarse con él. Pero para que se constituya lo patológico es necesario el consentimiento del sujeto ya que lo patológico no es más que un acuerdo social. Volvemos entonces a un asunto de mera voluntad ligado sólidamente a la manera en que el sujeto explica su circunstancia y no a la circunstancia explicada. El fenómeno explicado y la explicación habitan en mundos diferentes y disjuntos. S. Covey dice que nuestra conducta depende de nuestras decisiones, no de nuestras condiciones. Una sentencia complementaria la aportó H. Ford: "Ya sea que pensemos que algo se puede o que no se puede, en ambos casos estamos en lo cierto".

Detrás de cada método para dejar de fumar, está la voluntad del individuo. Los métodos para dejar de fumar que se venden en el mercado están basados en la mirada "objetivista" del problema. Aprovechan la mirada tradicional que los individuos tienen sobre el problema. Como producto de ello, las personas pagan por un tratamiento cantidades bastante elevadas de dinero, pero finalmente el éxito descansa en la voluntad y disposición emocional del individuo, algo por lo que no es necesario pagar ya que todo eso lo llevamos dentro.

No queremos decir que dichos métodos resulten completamente inútiles porque es verdad que en general ayudan a desincentivar los deseos de fumar, pero la acupuntura, el láser, la auto-hipnosis, los parches nicotinosos, chicles especiales, y cientos de otros métodos sólo sirven si el individuo está dispuesto a dejar de fumar. Estos métodos se vuelven más necesarios en la medida que la persona explica su circunstancia de fumador apelando a condiciones externas. Pero pierden sentido si nuestra mirada se orienta más a la forma planteada aquí, es decir, centrando el problema en la manera como explicamos nuestro quehacer y en la forma en que nos observamos como observadores.

El diagnóstico que hacemos sobre nuestra situación de fumadores no corresponde a "lo que ocurre realmente" sino que a la expresión de nuestra propia forma de observar. Es por ello que para dejar de fumar hay que cambiar las explicaciones que nos damos sobre lo que nos acontece. De lo contrario lo único que tendremos es una buena explicación sobre por qué no podemos dejar de fumar. Y eso no sirve para dejar de fumar. Las explicaciones son en cierto sentido "antojadizas", las acciones no. Hay que dejar de explicar y actuar.

¿Usted quiere una buena explicación del porqué no puede dejar de fumar o realmente quiere dejar de fumar? La respuesta esperable es que quisiéramos dejar de fumar. La explicación sólo será importante si nos ayuda a dejar el hábito, pero las explicaciones tradicionales no consideran lo que hay detrás de una explicación y lo poderosa que puede ser una interpretación menos "objetivista" de eso a lo que llamamos "explicación". Buscar explicación al vicio dificulta el proceso.


Fuente: mailxmail



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