P
asados unos días, comenzaremos a ser conscientes del gran camino que llevamos andado. Ahora no tiene por qué parecernos una misión imposible, pues, del mismo modo que hemos conseguido pasar uno o varios días sin fumar, podremos pasar el resto. Sin embargo, deberemos estar atentos para que esos acontecimientos no nos creen una euforia incontrolada que nos incite a volver a fumar por considerar una tarea fácil dejar de hacerlo. Como siempre, nuestra ansiedad buscará todo tipo de argumentos para hacernos caer en las redes de sus deseos, en este caso fumar. Esa euforia puede ser motivo para volver a fumar, dada la confianza que hemos adquirido de nuestras posibilidades en esta reciente experiencia. Lejos de dejarnos engatusar por el deseo de fumar, disimulado ahora y fácilmente desapercibido tras esa euforia, deberemos continuar atentos y ser capaces de detectar las nuevas argucias de nuestro deseo, sin subestimarlo, aprendiendo a cada instante cómo es y cómo se manifiesta; felicitándonos por ser capaces de hacerlo.
Así, podrán pasar los días, las semanas, los meses y los años, y nosotros deberemos continuar atentos a nuestras sensaciones y pensamientos; pues, éste, como cualquier otro problema derivado o provocado por nuestra ansiedad, tendrá las mismas características y cualidades que los demás de su género. Así, nuestra ansiedad intentará abrirse paso con otra conducta compulsiva encaminada a evitar esa ansiedad, a mitigar nuestro insaciable deseo. Fácilmente nos encontraremos inducidos a comer desmesuradamente tras el abandono de ese hábito, o a beber, o a realizar cualquier otra actividad compulsiva que supla al hábito que hemos abandonado o genere otro distinto sin necesidad de suplir. Sin embargo, si no cesamos en nuestra práctica, si ésta pasa a formar parte de nuestra vida, no como una obligación tediosa más, sino como una interesante actividad de aprendizaje y descubrimientos, aprenderemos a conocernos cada vez mejor a nosotros mismos, a disfrutar de todas aquellas cosas que, aun insignificantes en apariencia, componen de forma grata y amable nuestra vida; a no ansiar.
No deberemos bajar la guardia aun con el paso de los meses e incluso de los años, pues, si nuestro esfuerzo queda sólo en la mera demostración de que somos capaces de dejar ese hábito, muy probablemente volveremos a caer en él. Aun teniendo controlada nuestra apetencia, mientras exista el más mínimo rastro de ella, deberemos machacar y meditar sobre lo traicionero de ese deseo, de lo falso de los pensamientos que lo provocan; pues, a buen seguro, si continúa existiendo el deseo de fumar es porque no hay un pleno convencimiento de lo negativo de ese hábito. Y si no hay un pleno convencimiento de lo negativo de ese hábito, es porque no se ha trabajado adecuadamente la meditación y el cambio de pensamientos, por lo que deberemos continuar haciéndolo una y otra vez, de forma calmada, meditando acerca de los predicados de esos pensamientos que despiertan en nosotros el deseo de fumar, y empleando el pensamiento adecuado en sustitución del pensamiento que enuncia nuestro deseo de fumar, desmantelando los argumentos que intenten convencernos para hacerlo.
Al comienzo de nuestra práctica en detectar las sensaciones y pensamientos que se relacionan con nuestra adicción, nos costará mucho trabajo detectarlos y modificarlos; sin embargo, practicando llegará a resultarnos muy fácil esa tarea; a la par, adquiriremos pleno convencimiento interior, plena comprensión, de que no nos conviene fumar, y nuestro deseo de hacerlo cesará; y si surgiera de forma puntual, nuestro pensamiento intuitivo, cultivado con esa práctica, resolvería de forma rápida y eficaz neutralizando ese deseo.
A estos consejos sólo resta añadir que tengan especial cuidado en los ratos de somnolencia, cuando nuestra atención es menor y nuestro deseo puede crecer con más libertad. Estos periodos de tiempo es frecuente que se den, entre otros, después de las comidas, lo que, sumado a la costumbre general entre los fumadores de encender un cigarrillo después de las mismas, supone una ligera dificultad añadida. El consejo es que aprovechen para practicar relajación durante ese rato, o que realicen alguna actividad que les mantenga más despiertos y entretenidos.
Fuente: Dejar de fumar
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