Hasta ahora, los científicos pensaban que la nicotina tenía que migrar al cerebro, previo paso por los pulmones y el torrente sanguíneo, para conseguir sus efectos. Sin embargo, un equipo investigador de la Universidad de Oporto (Portugal), del Instituto Internacional de Neurociencia Edmon y Lily Safra de Natal (Brasil), de la Virginia Commonwealth University y de la Duke University (EEUU)
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