Modelo para matar
Alex Sutula, un joven de 21 años que estudia en Ohio, confiesa que no se siente representado por este nuevo modelo de joven fumador. "Yo no hice como tantos chicos, que empiezan a fumar a los 13 ó 14 años", declara. "Yo comencé en una Nochevieja que celebramos en la facultad, y era plenamente consciente de lo que ese hábito supondría para mí. En realidad, una parte de mí piensa de verdad que el tabaco te da una perspectiva más sofisticada de las cosas".
El abuelo de Sutula, fumador de toda la vida, murió de cáncer de pulmón. Sutula lo reconoce, pero no se obsesiona con ello. "Puede que esté adoptando una postura irracional, pero me veo todavía joven", dice. "Con el tiempo lo dejaré y los pulmones se me limpiarán otra vez", confía.
Contra su optimismo, las estadísticas inmisericordes de los expertos tienen el mismo efecto que predicar en el desierto. Este hecho no pasa inadvertido a las tabaqueras, que no tienen reparos en utilizar la artillera pesada para que sus productos resulten todavía más atractivos. En una esquina del cuadrilátero tenemos a Brad Pitt con el torso desnudo en "El club de la lucha", cubierto de sangre pero con un porte indomable, los abdominales esculpidos y un cigarrillo colgándole de los labios. En la otra esquina vemos a un santurrón modosito, predicando contra los perjuicios del tabaco.
Caballeros, elijan modelo
El marketing crea un universo alternativo donde fumar queda bien, no tiene consecuencias y ayuda a relacionarse. Sin embargo, antes de cobrarse sus piezas las tabaqueras todavía tienen que engatusar a bastantes hombres reacios para que den su primera calada. Por eso se dirigen a los bares de los campus universitarios: el ambiente relajado hace que los jóvenes se olviden de los riesgos, y la presencia de chicas atractivas les anima a comportarse como machitos y a pavonearse en compañía de sus colegas fumadores.Es difícil imaginar un entorno mejor para captar nuevos adictos a la nicotina.
"Los responsables de marketing de las tabaqueras han lanzado una ofensiva por todos los campus universitarios del país", subraya Richard Hurt, médico y experto en tabaquismo de la Clínica Mayo de Rochester, Minnesota. En estos recintos, igual que en los locales de moda que atraen a los jóvenes, se ven muchos anuncios de tabaco y representantes que entregan octavillas y regalan material promocional y otros sobornos encubiertos a los dueños de los bares con la esperanza de convertirlos en aliados. Con estas tácticas no solo consiguen nuevos clientes a espuertas, sino que se lo ponen muy difícil a los que pretenden dejar el tabaco.
Pongamos por caso a Robert Clark, un corredor de seguros de 24 años que vive en Pittsburgh y que lleva intentando dejar el tabaco desde que se convirtió en un fumador empedernido en sus días de estudiante universitario. "En los bares que frecuentamos siempre hay un 'representante' de alguna tabaquera que se pasea por allí regalando cajetillas gratis. A cambio, solo te pide que le enseñes el DNI. Dicen que es para cerciorarse de que eres mayor de edad, pero a los pocos días se te llena el buzón de cupones de descuento, ofertas de dos por uno y material promocional de todo tipo", reconoce.
El año pasado el municipio de Allegheny, en Pensilvania, intentó que se prohibiera fumar en bares y restaurantes, una estrategia que ha contribuido a reducir las tasas de adicción en otras ciudades como Nueva York. Por desgracia, la iniciativa no pudo superar las fuertes presiones de las tabaqueras a escala estatal. Esta táctica de anticipación es una de las favoritas del sector. Por decirlo con palabras llanas, es más rentable engrasar unos cuantos engranajes situados en puntos clave que intentar "influir" en un montón de políticos locales.
"Si quieres saber de qué tiene miedo la industria tabaquera, no tienes más que ver en qué se gasta más dinero", declara Michael Fiore, director del Centro de Investigación e Intervención sobre el Tabaquismo en la Universidad de Wisconsin en Madison. Sus tres mayores temores: los impuestos indirectos (cada vez que aumenta el precio de una cajetilla, disminuye el número de fumadores y es más difícil que surjan otros nuevos); las pruebas científicas que demuestran los perjuicios experimentados por los fumadores pasivos (por cada ocho fumadores que mueren debido a una enfermedad relacionada con el tabaquismo, hay una persona no fumadora que muere por tabaquismo pasivo); y las leyes que prohiben fumar en lugares públicos (una medida muy poderosa que convierte el tabaquismo en una molestia y en un hábito inaceptable socialmente).
Con todo, existe un elemento que los grupos de presión no pueden combatir: el creciente desprecio por parte de los propios clientes de las tabaqueras. "Cada vez hay menos gente que se declare satisfecha con su adicción", señala el Dr. Fiore. "Por el contrario, hay muchos hombres que se confiesan desesperados y atrapados por un mal hábito que les tiene en un callejón sin salida".
Un subidón moderado
Hay tres propiedades fundamentales que influyen en el potencial adictivo de una sustancia o de una conducta. El primero es su capacidad de provocar un "subidón"; el segundo es el tiempo que ese subidón tarda en manifestarse; y el tercero es el malestar que experimenta un adicto cuando intenta dejarlo. La puntuación relativamente baja que obtiene la nicotina en el primero de estos criterios de valoración se ve compensada más que de sobras por el resultado alcanzado en los otros dos.
Desde el punto de vista químico, la nicotina es muy similar a un neurotransmisor natural llamado acetilcolina. Como una llave que encaja en una única cerradura, la nicotina se adhiere y "desbloquea" los mismos receptores nerviosos que abre la acetilcolina en el cerebro. Esto, a su vez, provoca la liberación de otro neurotransmisor llamado dopamina.
Dos de las principales funciones de la dopamina son la motivación y la recompensa: nos incita a hacer algo y luego nos proporciona un placer que refuerza la acción realizada. Por ejemplo, la dopamina se libera de forma natural cuando mantenemos relaciones sexuales, cuando comemos e incluso cuando bebemos un vaso de agua. Por desgracia, una vida saludable por sí sola no siempre conduce a una gratificación inmediata. Para los hombres vulnerables que prefieren tomar atajos (ya sea la nicotina, los analgésicos, el alcohol o las dietas milagro), la satisfacción obtenida puede superar con creces la voluntad de conducirse con mesura.
Nadie comprende por qué algunos hombres sucumben a la tentación con más facilidad que otros, ni por qué algunos se enganchan a los cigarrillos, por poner un ejemplo, mientras que otros se convierten en ludópatas. El cerebro secuestrado, por su parte, no hace distinciones.
"Los científicos han realizado estudios de lo más elegante", declara Jon O. Ebbert, médico de la Clínica Mayo e investigador de los efectos de la nicotina. "Las imágenes obtenidas mediante tomografía por emisión de positrones revelan que las partes del cerebro que se iluminan cuando la persona experimenta los efectos de la nicotina o la metanfetamina cristalina son las mismas que se activan cuando le toca el premio gordo de una máquina tragaperras".
Un chute más rápido. La mayoría de drogas, ya se tomen por vía oral o inyectadas, actúan primero sobre la parte venosa del torrente sanguíneo. Esto significa que la droga tiene que circular hasta la parte derecha del corazón, llegar a los pulmones y luego regresar a la parte izquierda del corazón, que bombea finalmente la droga hasta el cerebro.
El tabaco acorta este recorrido de manera considerable. La nicotina llega directamente a los pulmones sin pasar por el sistema venoso. Va directa al lado izquierdo del corazón, y de allí al cerebro en pocos latidos. Además, debido a su pequeño tamaño, las moléculas de nicotina pueden cruzar la barrera hematoencefálica y las membranas celulares con relativa facilidad. Aun así, Philip Morris invirtió enormes sumas para encontrar un aditivo que produjera una respuesta todavía más rápida. ¿El resultado?: el amoníaco.
Bajo juramento, un abogado de una compañía tabaquera defendió el empleo de esta sustancia química tan perjudicial argumentando, sin el más mínimo rubor, que confería a la marca "un sabor a tostado". Un artículo publicado en 1998 en el Journal of the American Medical Association reveló la auténtica razón: es la forma más eficaz de cristalizar la nicotina.
La cristalización es un proceso químico que elimina los iones hidrógeno del exterior de las moléculas (de nicotina o cocaína, por ejemplo). Al perder estos iones, la droga se aligera y es capaz de atravesar aún más rápido la membranas celulares.
"Hoy en día, el empleo de amoníaco en los cigarrillos es una práctica generalizada", señala el Dr. Hurt. "El resto de compañías vieron que no podían competir con Philip Morris si no utilizaban también esta sustancia", añade a continuación.
En el citado estudio, llevado a cabo por la Universidad Bretagne-Sud (Francia), los investigadores visitaron con el consentimiento de los propietarios varios bares en los que seleccionaron, sin su consentimiento, a 40 jóvenes de entre 18 y 25 años que se sentaban en parejas y pedían cerveza. Previamente, manipularon el volumen de la música. Con el nivel habitual (72 decibelios) los clientes pedían 2,6 cervezas de cuarto de litro y tardaban 14,41 minutos en consumir cada una; al máximo volumen permitido (88 decibelios), bebían 3,4 consumiciones e ingerían cada una en 11,45 minutos. Curiosamente, en ambas situaciones necesitaron siete sorbos para acabar la bebida.
Fuente: Men's Health
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