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ace unos años, el tabaco pasaba por ser un vicio casi inofensivo para nuestra percepción. Hoy por hoy, gracias a los avances tecnológicos y a los distintos estudios, sabemos que es la droga más peligrosa para nuestra sociedad, pues es la que más muertes y enfermedades causa. Miles y miles de fumadores desean dejar de fumar, dado lo nocivo que resulta para la salud, amén de otros inconvenientes socio-laborales y económicos. Sin embargo, la mayoría quisiera que existiese una fórmula que, bien sea de la mano de la medicina, con algún tratamiento farmacológico o similar, o de algún tipo de terapia exótica y poco comprometida, solucionara su problema adictivo. Ese tipo de solución, simplemente no existe. Ello no exime que algún tratamiento médico nos pueda ayudar en esta cuestión; pero, si queremos erradicar la adicción al tabaco o a cualquier otra droga, deberemos realizar un trabajo interior amplio y comprometido.
Lo primero que debemos hacer para erradicar nuestra adicción es plantearnos si verdaderamente queremos hacerlo, y por qué; qué nos aporta su consumo y cuáles son sus perjuicios para nosotros. Para ello, el empleo de las técnicas de meditación resultará de indudable valía. Así, gracias a nuestro manejo en la atención a nuestras sensaciones y pensamientos, podremos discernir con claridad qué es lo que verdaderamente pensamos y creemos acerca del tabaco respecto de nuestro bienestar.
Si somos adictos al tabaco y nos fijamos en todo lo positivo que nos aporta, posiblemente veremos que calma nuestra ansiedad en determinados momentos, que nos gusta su sabor, que nos ayuda a relacionarnos socialmente con otros fumadores, y poco más. Si nos fijamos en su lado negativo, podremos observar que, realmente, la ansiedad que calma es únicamente la que nos produce su adicción; respecto de su sabor, únicamente nos gusta gracias a nuestra adicción, que ha cambiado nuestra percepción del mismo, pues a todo aquel que fuma por primera vez su sabor le resulta repudiable. Respecto de las relaciones sociales a las que nos une, lógicamente, si hemos sido fumadores durante largo tiempo, nos habremos relacionado preferentemente con otros fumadores, a muchos de los cuales tendremos apego y afecto, y nuestro abandono de ese hábito pudiera quebrar, en mayor o menor medida, nuestra relación con algunas de esas personas; pero, no debemos olvidar que, posiblemente, debido a nuestra adicción al tabaco habremos desestimado otras amistades y relaciones que, tal vez, ahora serían motivo de nuestro afecto. Por lo demás, sigue habiendo numerosos motivos por los que no fumar; el mero hecho de ser conscientes de que es perjudicial para nuestra salud siempre será motivo de malestar para nosotros, máxime cuando los problemas de salud derivados de su consumo comienzan a hacer acto de continuada presencia en nuestras vidas, desde nuestra forma física, la cual pronto comienza a mermar cuando adquirimos ese hábito, hasta problemas tan fatales como el cáncer, pasando por infinidad de otros problemas serios de salud, como la infertilidad o la bronquitis crónica. Así pues, como todos sabemos, sólo nuestra salud ya es suficiente motivo para dejar de fumar.
A estos motivos se les pueden añadir muchos otros. Por ejemplo, el simple respeto a los demás; pues, resulta francamente difícil fumar sin perjudicar la salud de otras personas, al menos si vivimos en sociedad. Y, siendo responsables y considerados con nuestros iguales, podemos meditar acerca de cómo se extiende su consumo gracias a la imitación. Si reflexionamos un poco y miramos tanto el presente como el pasado, podremos ver que el consumo de tabaco de forma cotidiana y extendida entre los distintos sectores de la sociedad, resulta un hábito adquirido recientemente. Antes del siglo XX y hasta el comienzo de la humanidad, no era normal que la gente fumara, si bien puede que hubiera determinados rituales y momentos en los que se fumara, no era lo común, cotidianamente, entre las personas. Resulta un vicio adquirido en nuestra historia reciente, el cual ha sido extendido con tanta facilidad debido, entre otras muchas razones, a nuestra tendencia a copiar el comportamiento de otros individuos. En esto, los medios de comunicación, como en otras muchas cuestiones, juegan un papel muy importante. En cualquier caso, podríamos decir que nosotros no hubiésemos sido fumadores si nunca hubiésemos visto fumar a otros. Eso implica que nuestro hábito será un posible modelo a seguir por nuestros hijos o por otros niños y jóvenes en los que creamos cierta influencia; otro motivo más por el que no fumar.
Y un motivo que resulta muy importante es por el mero hecho de sentirnos un poco más libres, más a gusto con nosotros mismos, siendo conscientes de que no tenemos esa adicción que nos encadene. Así pues, nuestro primer trabajo deberá consistir en valorar todos sus aspectos positivos y todos sus aspectos negativos de forma adecuada; esto es, meditándolo con la debida atención y concentración, poniendo en nuestra mente estos aspectos de forma ordenada y meditándolos con tranquilidad.
Para ello utilizaremos el lugar y la posición de meditación que nos resulten más cómodos. Tranquilizaremos nuestra respiración y el corriente ajetreo de nuestros pensamientos, en la medida en que nos sea posible, y pondremos frente a la atención de nuestra mente alguna de esas cuestiones. La analizaremos en profundidad, procurando que no se nos escapen detalles por una visión pobre de la misma. Así, no deberemos juzgar lo bueno que nos resulta el sabor del tabaco, por poner un ejemplo, sin considerar que esa percepción agradable es únicamente fruto de nuestro hábito. Ni tampoco deberemos obviar que nos gusta fumar, aunque en esa apreciación deberemos añadir siempre el por qué; es decir, nos gusta fumar, pero gracias a nuestra adicción. Así, poco a poco, deberemos meditar todos los aspectos que nos presente nuestra relación con el tabaco, por duro que nos parezca, si queremos valorarlo adecuadamente, y que nuestros valores tengan la suficiente consistencia como para guiar nuestros actos aun con la ansiedad que nos produzca la abstinencia.
De ese modo tendremos una clara y honda visión de nuestro compañero, el tabaco. Al principio nos resultará angustioso admitir esa cruda realidad, al igual que las campañas antitabaco impactan por las duras imágenes que presentan, tanto en los paquetes como en anuncios televisados. Si queremos erradicar nuestra adicción, deberemos concienciarnos de cuantos efectos negativos advirtamos en él. Para ello deberemos observar de forma consciente en nuestra mente esos efectos. Visualizar los pensamientos, las imágenes que nuestra imaginación pueda reproducir respecto de los perjuicios que para nosotros consideremos del tabaco. Ese trabajo nos resultará angustioso y pesado; pero deberemos llevarlo a cabo si realmente queremos aprender a dejar de fumar, y erradicar nuestra adicción. Aprenderemos a llevarlo a cabo, también, de forma improvisada y cotidiana, toda vez que tengamos ocasión, procurando no evitar de tratar esa cuestión si realmente estamos decididos a dejar de fumar.
Fuente: Dejar de fumar
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