Yo provengo de un estirpe largo y destacado de fumadores. Hablando la pura verdad, yo no puedo recordar a mi madre sin un cigarrillo Tareyton (o dos) encendido en todo momento. Mi padre, quien murió en paz a la edad de 83, fumaba dos paquetes de Lucky Strikes no filtrados al día durante medio siglo. Lo dejó tarde en sus 60 y nunca parecía haber sufrido del vicio. (En cambio, mi mamá, quien murió temprano en sus 60 vivía el suplicio de un cáncer agónico durante la última década de su vida.)

El fumar formaba parte de la vida cotidiana en nuestro hogar. Los vecinos nos visitaban para tomar café y fumar cigarrillos. Había ceniceros en todos los cuartos de la casa, (con la excepción de las recámaras) y los del viejo DeSoto siempre estaban colmados de colillas. La cena nunca terminaba con el postre sino que los adultos saboreaban el último plato de café con cigarrillos después de cada comida -- inclusive el desayuno.

Mis hermanos y hermanas tenían que esperar hasta sus cumpleaños de los 16 para entrar plenamente en el rito. Después de soplar las velas, cada cual recibía un paquete envuelto de regalo que contenía un paquete de cigarrillos de los padres y una invitación a fumar con los adultos. Como el menor, y más rebelde de la familia, se me concedió a mí una entrada temprana en el club a la edad de 15 años. Cinco meses antes de mi cumpleaños de los 16, después de encontrar mi escondite lleno de cigarrillos por enésima vez, mis padres se rindieron ante la realidad y me dieron el permiso de fumar en su presencia.

Fumé durante muchos, muchos años. En la secundaria, fumaba Camel sin filtro. En parte escogí mis cigarrillos según los requisitos de mi economía personal –- pocos fumadores principiantes pedirían un cigarrillo no filtrado -- y en parte por el factor "suave" que impartía el fumar los verdaderos clavos de ataúd. Durante los tiempos estrechos, yo liaba mis propios cigarrillos con el tabaco Drum. Como un joven redactor de texto, mi cenicero siempre en ascuas se desbordaba de forma continua y un paquete nuevo de Marlboro Lights siempre me esperaba al mero alcance de mi máquina de escribir. El fumar y el escribir van juntos como el Fred Astaire y la Ginger Rogers de los hábitos. Inclusive ahora, como un escritor no fumador, es difícil imaginar el uno sin el otro. Atascado en una parte del texto, Ud. se fija detenidamente en la hoja y jala profundamente en su cigarrillo. Al estallarse en los circuitos del cerebro este nuevo vaho, cerrando circuitos pequeños y haciendo enardecerse las neuronas cerebro adentro, la frase exacta de repente se plantea encandilada ante el ojo mental. Sus dedos corren a teclear las palabras antes de que desaparezcan; sus dientes se aprietan duro en el filtro, y el humo viene saliendo a chorros por las narices. Unos momentos después, se inclina en su silla para contemplar la frase que acaba de escribir, y para celebrar esta victoria pequeña: otra bocanada de humo de cigarrillo.

Por el hecho de que los cigarrillos fueron tan íntegros a mi vida por tantos años, dejar de fumar nunca era fácil. A través de los años lo he dejado por períodos que varían entre menos de una hora hasta más de 8 años. He parado en seco, he masticado el chicle y me he puesto el parche. (Yo he encontrado que este último es la herramienta más eficaz.) Por los últimos 13 meses he estado libre de nicotina. Creo yo que esta vez será la última vez que aguanto los horrores de dejarlo. Mi momento de revelación tabacalera vino cuando me agarró un espasmo de toser que por poco me causó la pérdida del conocimiento. Mientras que tosía espasmódicamente, veía estrellas, y me inclinaba en la pared de la ducha en el intento de mantener mi equilibrio. Hace ya más de un año, me di cuenta que el morir de enfisema, el de cáncer del pulmón, o algo parecido sería una manera horrible de dejar el mundo. La manera más eficaz de evitar tal destino es quedarse alejado de los cigarrillos desde un principio.


fumar te quita vida

Sin embargo, si hay un más allá (y me admiten a mi como postulante), yo en definitiva voy a pedir la sección fumadora.

(Robert Giantz, Berkeley, California)

Fuente: wwwparamisalud.com



0 comentarios