Para Anita, María y Chemi quienes retoman hoy el camino a la libertad:

Hay dos días en cada semana en los que no nos debemos preocupar. Dos días que se deben guardar libres de miedo y ansiedad. …


Uno de esos días es ayer

Ayer, con sus equivocaciones y pesares, sus faltas y confusiones, sus dolores y tristezas. Ayer se fue para siempre y nada puede cambiarlo.. simplemente “Ayer ya pasó”. …


El otro día es mañana

Mañana, con sus posibles problemas, sus grandes promesas y sus pequeños logros. Mañana volverá a salir el sol y hasta que llegue no tenemos parte en el mañana, pues aún no ha nacido.


Y sólo queda un día: HOY

Cualquier hombre puede pelear la batalla de un solo día. Cuando nos cargamos con esas eternidades: “Ayer y Mañana”, entonces nos derrumbamos. No es la experiencia de hoy lo que nos lastima, sino lo que sucedió ayer, y el miedo de lo que traerá el mañana. Vivamos pues, tan solo un día a la vez, y dejemos confiadamente a Dios todo lo demás.

Dicen que los cuentos sirven para dormir a los niños y para despertar a los adultos y en honor a ese nuevo despertar a la Vida, les regalamos uno de Jorge Bucay para que lo lean lentamente y se visualicen en cada situación.



Saliendo del abismo

OBSTACULOS

Voy andando por un sendero.
Dejo que mis pies me lleven.
Mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras.
En el horizonte se recorta la silueta de una ciudad.
Agudizo la mirada para distinguirla bien.
Siento que la ciudad me atrae.
Sin saber cómo, me doy cuenta de que en esta ciudad puedo encontrar todo lo que deseo.
Todas mis metas, mis objetivos y mis logros.
Mis ambiciones y mis sueños están en esa ciudad.
Lo que quiero conseguir, lo que necesito, lo que más me gustaría ser, aquello a lo cual aspiro, lo que intento, por lo que trabajo, lo que siempre ambicioné, aquello que sería el mayor de mis éxitos.
Me imagino que todo eso está en esa ciudad.
Sin dudar, empiezo a caminar hacia ella.
A poco de andar, el sendero se hace cuesta arriba.
Me canso un poco, pero no importa.
Sigo.
Diviso una sombra negra, más adelante, en el camino.
Al acercarme, veo que una enorme zanja me impide mi paso.
Temo... dudo.
Me enoja que mi meta no pueda conseguirse fácilmente.
De todas maneras decido saltar la zanja. Retrocedo, tomo impulso y salto...
Consigo pasarla.
Me repongo y sigo caminando.
Unos metros más adelante, aparece otra zanja.
Vuelvo a tomar carrera y también la salto.
Corro hacia la ciudad: el camino parece despejado.
Me sorprende un abismo que detiene mi camino.
Me detengo. Imposible saltarlo
Veo que a un costado hay maderas, clavos y herramientas.
Me doy cuenta de que está allí para construir un puente.
Nunca he sido hábil con mis manos.
... Pienso en renunciar.
Miro la meta que deseo... y resisto.
Empiezo a construir el puente.
Pasan horas, o días, o meses.
El puente está hecho.
Emocionado, lo cruzo.
Y al llegar al otro lado... descubro el muro.
Un gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis sueños...
Me siento abatido...
Busco la manera de esquivarlo.
No hay caso.
debo escalarlo.
La ciudad está tan cerca...
No dejaré que el muro impida mi paso.
Me propongo trepar.
Descanso unos minutos y tomo aire...
De pronto veo,
a un costado del camino,
un niño que me mira como si me conociera.
Me sonríe con complicidad.
Me recuerda a mí mismo... cuando era niño.
Quizás por eso, me animo a expresar en voz alta mi queja:
- ¿Por qué tantos obstáculos entre mi objetivo y yo?
El niño se encoge de hombros y me contesta:
- ¿Por qué me lo preguntas a mí?
Los obstáculos no estaban antes de que tú llegaras...
Los obstáculos los trajiste tú."

(Cuentos para pensar, Jorge Bucay).

Mucho ánimo a los tres!!!





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