Las adicciones forman, la lectura también. |

as empresas fabricantes de cigarrillos son promotoras y vendedoras del cigarrillo y del fumar; saben muy bien lo eficaz que es la adicción, el hábito o por lo menos la inclinación que existe en la imitación, en el placer secreto en el que un fumador se pierde gozosamente cuando aspira un cigarrillo. Las empresas tabacaleras conocen a la perfección que el contagio en los vicios (adicciones) más difíciles de abandonar, reside tanto en la substancia como en el placer que se revive cada vez que se accede a este disfrute.
La escritora uruguaya Cristina Peri Rossi, refiere en su libro “Cuando fumar era un placer”, que mientras hay placer, hay deseo. No dejamos de fumar porque se haya acabado el placer, sino porque nos hemos convencido de que se trata de un placer dañino, y refiriéndose a la adicción dice: “Si el fumador no se concede una nueva dosis, el sistema nervioso se encarga de reclamársela, con intensidad creciente, hasta que la obsesión por dar una calada le impida pensar en otra cosa”. Todo lo que nos produce placer es difícil dejarlo. Si el alcohol no nos produjera un momento de éxtasis, tomariamos agua. Si el sexo no terminara en un orgasmo, nos aburriria su práctica.
El fumar y el leer se parecen. En la mayoría de los casos hay alguien que nos inicia, ofreciéndonos nuestro primer cigarrillo o nuestro primer libro, o bien por imitar a esa persona que vemos disfrutar con inmenso placer el fumar y/o el leer. Pero por qué hay más fumadores que lectores? Fumar no exige ningún esfuerzo intelectual. Leer pide algo más que un movimiento de succión. Cuando nos iniciamos en el fumar, nadie nos obligó, cuando intentaron iniciarnos en la lectura, nos obligaron a leer. Además de ésto, las campañas de promoción de lecturas, no le dan al libro y a los impresos, la verdadera importancia que conlleva el leer, cosa que sí hacen las tabacaleras, ya que éstas se enfocan, primeramente en el cigarrillo como instrumento proveedor de placer.
No se trata de reemplazar una adicción por otra, que en este caso no vendría nada mal, se trata de intentar vivir en una sociedad capaz de apreciar y necesitar la lectura del mismo modo que aprecia y necesita el tabaco. Que leer sea un paraíso artificial para muchos. Que el mundo abandone su aprecio y necesidad de substancias tan nocivas como el tabaco y que leer sea uno de los múltiples placeres que nos ofrece la vida. Leer, como se fuma un cigarrillo, sin culpa y sin obligación. El vicio de leer no se cura, sino que por el contrario, tiende a incrementarse mientras más se lee. Es como el fumar. Cristina Peri Rossi afirma que todo fumador es un ansioso, un anhelante en cuanto que el fumar se convierte con el tiempo en una obsesión que nace de la ansiedad y de la necesidad. El poeta mexicano Jaime Sabines lo supo para el caso de la poesia y al respecto dijo: “La poesía es una droga que se tomó una vez, un conocimiento de brujas, un veneno vital que le puso otros ojos al hombre y otras manos, y le quitó la piel para que sintiera el peso de una pluma” . Cambiemos el término poesía, por lectura y tendremos la exacta descripción del vicio de leer.
“Leer es un placer”. Agreguémosle placer a nuestras vidas.
Fuente: Juan D. Arguellez (La Colmena, Revista de la UAEM)
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