Tabaco y medio ambiente.

La cara oculta del tabaco es su cultivo. Sus efectos, tanto directos, como indirectos, dañan gravemente el medio ambiente alterando los ecosistemas y causando la deforestación de amplias extensiones de bosque. Muchas multinacionales han trasladado su producción a países en vías de desarrollo para ocultar la deforestación y el deterioro que provoca.

El grave daño para la salud y el medio ambiente que trae consigo el cultivo del tabaco es equiparable al que se causa cada vez que se saca un cigarrillo de la cajetilla y se enciende. Estas consecuencias nocivas se derivan de las enormes cantidades de plaguicidas que se utilizan en prácticamente todas las plantaciones de tabaco ya que estas plantas son muy susceptibles a las plagas, causando éstos, daños muchas veces irreparables, tanto en la salud de las personas expuestas a estos compuestos (alteraciones genéticas, cáncer, alteraciones de los órganos de los sentidos, del sistema nervioso, de los riñones, hígado, etc.), que no cuentan con recursos para comprar la vestimenta adecuada, como en la capa de ozono, afectando así la calidad de los suelos y produciendo alteraciones en los ecosistemas y perjudicando la capa de ozono. Igualmente la planta de tabaco requiere grandes cantidades de fertilizantes por la rapidez con que agota los nutrientes del suelo; absorbe más nitrógeno, fósforo y potasio que cualquiera de los principales cultivos de valor comercial o alimentario, lo que se ve agravado debido a la falta de rotación de cultivos.

En el procesamiento de las hojas de tabaco, luego de cortarlas éstas deben ser curadas para darles su sabor, aroma y color característicos. Se estima que para secar un kilo de tabaco se necesitan en torno a ocho kilos de madera siendo el secado con madera la práctica mayoritaria de un gran número de países en desarrollo que utilizan la madera como combustible para proporcionar la energía que se requiere para curar la hoja, lo que ha causado una situación ambiental crítica por las grandes áreas de deforestación ocasionadas. Los países subdesarrollados y en vías de desarrollo son las víctimas principales de una práctica que, a nivel local, facilita las inundaciones y que puede llegar a alterar la producción de alimentos. Se estima que tan sólo en el sur del continente africano se desmontan cada año 140.000 hectáreas de bosque para curar hojas de tabaco, lo que equivale al 12% de la deforestación de la región. Las tasas anuales de deforestación en los tres principales países productores de tabaco en esta zona (Zimbawue, Malawi y Tanzania) son casi 60% más altas que la tasa promedio de África. Los esfuerzos llevados a cabo para reforestar, por parte de los gobiernos y de las industrias tabacaleras son insuficientes, ya que los productores cumplen en tan sólo un 80% con las recomendaciones de reforestación. Algunos países han cambiado el combustible para curar las hojas por carbón, gas natural y petróleo/kerosén, contribuyendo al calentamiento global del planeta.

La industria tabacalera intenta lavar su imagen favoreciendo la reforestación, pero no de la forma adecuada. En primer lugar, porque no es posible reforestar con un ritmo de tala tan alto. Segundo, porque se plantan especies de crecimiento rápido como el eucalipto o el ciprés que no suelen ser autóctonas y que rompen el equilibrio del ecosistema.

Junto a estas cuestiones, hay que tener muy en cuenta los residuos producidos por el tabaco. Por un lado, los industriales, que en 1995 llegaron a los 2.300 millones de kilos, y por otro, los químicos, que en el mismo año alcanzaron los 209 millones.
Pero la mayor cantidad de residuos son los provocados por las colillas. En 1998 se produjeron 954 millones de kilos de filtros, la mayoría de los cuales acabaron ensuciando las calles o el campo. Y esta cifra no incluye los paquetes, mecheros, cerillas y otros productos relacionados con el consumo de tabaco. En 1996, en 43 estados de Estados Unidos, el 20% de la basura recogida fueron colillas. En Australia suponen la mitad de la basura producida y en el Reino Unido, el 40% de la basura recogida en las calles.

Los filtros de los cigarros están fabricados con acetato de celulosa, un plástico de lenta descomposición y están diseñados para recoger algunos de los componentes más tóxicos del tabaco. Según se van degradando, estas sustancias se van liberando, por lo que los filtros se convierten en una fuente importante de contaminación. Se ha calculado que una colilla de cigarrillo demora 5 años en degradarse. En los meses de verano, las colillas son una causa común de incendios. Se estima que, en Estados Unidos, el 25% de los incendios son provocados por cigarros mal apagados.


Nuevas razones para dejar de fumar

Los niños y jóvenes están cada día más comprometidos con el cuidado del medio ambiente y valoran todo aquello que contribuya a preservar el medio natural. Esta buena disposición de los escolares a cuidar y proteger su entorno puede, sin duda, constituirse en una importante motivación para no fumar y propiciar los espacios libres de humo de tabaco. Que el tabaco es perjudicial para la salud es una realidad más que asumida. El siguiente paso es concienciarse de que también es nocivo para el medio ambiente. De que fumar es un hábito que provoca deforestación y que genera muchos kilos de desperdicios.


Fuentes: http://www.redsalud.gov.cl - http://www.altopilar.com



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