Fumar, una 'trampa' psicológica

Sensación asociada.

Hay una tolerancia mayor, aparente que no real, sustentada por el placer psíquico que se busca y experimenta al fumar. Esto se produce de forma inconsciente en las personas. Cuando el dolor físico se hace más presente y manifiesta de forma constante el rechazo del organismo, a través de un análisis más consciente, el fumador se da cuenta de que el cigarrillo no le produce placer físico, sino que es una sensación de placer que tiene asociada la que le impulsa a fumar. El daño que produce el tabaco en el organismo es una de las razones que induce a mayor número de fumadores a dejar el hábito.

En la privación del hábito tiene gran importancia la motivación que cada persona tiene para abandonarlo. Si el fumador, al dejar de fumar, siente gratificación de conseguir el objetivo no sólo no aparecerá ansiedad, sino por el contrario estará contenta y relajada. Para esto ha de conseguir un convencimiento propio y responsable de que esto es lo que quería conseguir, que esta forma de vivir le gusta más y que mejora su calidad de vida. Es decir, el placer por no fumar ha de ser superior al placer que le producía fumar.

Dejar de fumar supone un proceso de deshabituación más o menos largo (en función de las resistencias o gratificaciones que de ello se deriven), en el que en pocos días desaparece el gesto o acto reflejo de coger un cigarrillo, hay una notable recuperación física, intelectual y también psicológica (mayor autoestima), se rompen las asociaciones que se habían establecido entre el hábito de fumar y las actividades diarias: comidas, trabajo, reuniones sociales, familiares y otras que hubiera asociadas. Este bienestar físico es gratamente recibido por el fumador. Esta recuperación estará en función del deterioro al que haya llegado. En muchas personas es suficiente esta recuperación para hacer firme la decisión de no volver a fumar. Algunas personas dicen: "Dejar de fumar ha supuesto un cambio muy positivo en mi vida." En otras no es suficiente para hacer frente al placer psicológico, o mejor lo llamamos beneficios psicológicos de fumar.


Significados de un acto.

La dependencia psicológica o contenidos psicológicos de la conducta de fumar está formada por los valores y atribuciones que el fumador deposita en esta conducta (que relaja, ayuda a pensar, a dormir, a relacionarse, etc.); es decir, es el significado que tiene para cada persona el acto de fumar. Puede compararse a un cofrecito donde se guardan, de manera inconsciente, sensaciones, asociaciones, recuerdos, valores y todo el contenido que encierra el cigarrillo en su vida y que no sabe llamar o, mejor, sólo lo identifica con el nombre de placer.

Al depositar este contenido psicológico en el cigarrillo el fumador le otorga atribuciones y poderes que le llevan a necesitarlo y a depender de él. Uno de los poderes del cigarrillo viene dado por el tipo de asociaciones que los fumadores establecen con él: "El cigarrillo me inspira, me ayuda a relajar, a concentrarme, me hace sentirme seguro, me ayuda a pensar, da estilo, etc." Parece como si fuera el cigarrillo el que piensa, la fuente de inspiración y relajación, el control. En base a esto, el fumador hace una transferencia de valores, los proyecta en el cigarrillo y se cambian los roles, de forma que la persona queda a merced del cigarrillo y no el cigarrillo a merced de la persona. En esta relación de causa-efecto el cigarrillo va a ser la causa del éxito y logros del fumador.

Otra fuerza importante del cigarrillo es el protagonismo que tiene en la vida del fumador: está presente en todas las actividades y situaciones de su vida, en los momentos difíciles, adversos y en los momentos buenos de alegría, disfrute. Todas las situaciones propician y justifican fumar, con él se sellan todos los acontecimientos, los buenos y los menos buenos. El cigarrillo lleva también el contenido contaminación social que motiva e impulsa el comienzo de la conducta, el valor que le otorga la publicidad y el significado que tiene en el momento del inicio para el propio fumador. Estos contenidos se llevan a lo largo de los años de fumador y son una base fundamental en el mantenimiento de la conducta.

La falta de información sobre el tabaquismo favorece el inicio y desarrollo de la conducta. Los daños más conocidos y asociados al tabaco son los relacionados con el aparato respiratorio: tos, numerosos catarros, dolor en el pecho, bronquitis, cáncer de pulmón, dolores de cabeza, adormecimiento de las piernas, cansancio y fatiga. Menos conocido es que, además de disminuir el rendimiento físico, también hay disminución del rendimiento intelectual: produce cansancio mental, dispersa la atención y concentración, disminuye la capacidad de memoria y reflejos (he conocido personas que se han quedado sorprendidas a los dos días de dejar el tabaco por recordar hechos del día anterior con claridad y que no atribuían esta pérdida de memoria al tabaco); no se conoce suficientemente que fumar excita (por la liberación de adrenalina) e impide que el sueño sea reparador, en muchas personas produce insomnio, y esto, a su vez, provoca más tensión y fatiga, además del deterioro en los sentidos del gusto, olfato y la vista.

Una información adecuada que esclarezca todos los aspectos que rodean la conducta de fumar, desde su inicio hasta la deshabituación es decir, el contenido psicológico que encierra el cigarrillo para cada persona, son el mejor argumento que llevará a las personas a tener libertad sobre esta conducta, lo mismo en el sentido de querer fumar como en el sentido de abandonarlo y superar ese antagonismo de "querer y no poder" que parece que se ha convertido en la característica más notable de la conducta de fumar.


Fuente: Rosa Maria Boal



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