A las personas que empiezan a fumar desde niños les cuesta más trabajo dejarlo |
Brenda es una mexicana de 26 años que lleva casi la mitad de su vida fumando, actualmente consume entre 18 y 20 cigarros diarios: “Empecé cuando tenía 14 años y desde entonces no he podido dejarlo, la nicotina es más fuerte que yo”. Por otro lado, Estefanía cuenta que empezó a los 11 años. “Le robaba los cigarros a mi madre, llegué a hacerlo diariamente hasta que me volví adicta. A los 31 años fumaba una cajetilla diaria hasta que decidí embarazarme, entonces comenzó mi lucha pues mi marido, mi hermana y mi padre también fumaban, pero lo logré”.
Estos testimonios refuerzan los datos de la Encuesta Nacional de Adicciones realizada por el INEGI en el año 2002. El objetivo fue obtener información sobre las características del uso de diversas sustancias entre la población mexicana de 12 a 65 años a nivel nacional (casi 70 millones). Se descubrió que de ellos, 28 millones y medio habían fumado alguna vez. Sobre esta última cifra, los encuestados que reconocieron haber fumado su primer cigarro entre los 5 y los 9 años de edad, resultaron ser casi 360 mil, de los cuales 75% son hombres y 25 % mujeres. Del total, 44% viven en el área rural y 55% en el área urbana. La elocuencia de esas cifras habla por sí sola. ¿Qué llevó a esas personas a fumar desde los 5 años? Indudablemente el juego de imitar a los adultos, ya sea los que tienen en casa o los que ven en la publicidad. Muchas veces, jugar al “papá y a la mamá” implica encender un cigarrillo de verdad. ¡Trágico inicio para un niño que ni siquiera sabe leer y escribir!
Resulta significativo que en este estrato el número de hombres es casi 3 veces más que el de mujeres, es decir, los roles están bien definidos: el que fuma es el hombre, si bien la diferencia entre la zona rural y urbana no es mucha, posiblemente por la densidad de población. De acuerdo con las cifras, más de la mitad de los niños y niñas del estrato analizado, vive en zonas urbanas; desde el punto de vista sociológico, es posible que esto obedezca a que en la ciudad hay más núcleos de socialización –escuelas, clubes, parques y lugares de diversión- y por tanto la presión de grupo sobre el adolescente que busca construir su identidad es más fuerte, además de tener una mayor exposición a la propaganda de todo tipo.
¿Qué hacer?. La solución inicia necesariamente en la familia, continúa en la escuela y se extiende a la sociedad. Es sabido que la adicción puede ser más fuerte que el amor a los hijos, pero si la escuela los hace conscientes del daño que hace el cigarro a la salud, tendrán más armas para defenderse y no “heredar” el hábito paterno. De igual forma, si los padres no fumadores educan a sus hijos en la salud, les será mas fácil decir “no” cuando sean presionados por sus amigos.
Se requiere del ejemplo, la vivencia de una vida sana, la explicación cariñosa pero contundente. Así como les enseñamos a cepillarse los dientes, podemos hacerlo para prevenir adicciones: Informa, forma, dialoga y establece reglas al respecto. Todo esto no es nada comparado con lo que tienen por ganar: una vida libre de adicciones, plena y feliz.
esmas.com
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