PPara sortear cada uno de los obstáculos que se nos van presentando, necesitamos fuerza de voluntad. En todas las resoluciones difíciles que deseamos llevar a la práctica, nos hace falta una fuerza interior que nos impulse a enfrentarnos al reto y a no cejar en nuestro propósito. Pero con muchísima frecuencia nos quedamos a medio camino y nos lamentamos: Es por demás: me falta fuerza de voluntad". La verdad es que la fuerza de voluntad no constituye una característica inmutable con la que se nace o con la que no se nace. Al contrario: es una habilidad que podemos desarrollar y robustecer de manera que, con la mirada bien enfocada, nos ayude a lograr nuestras metas. "Entre los muchos poderes internos del ser humano, destaca por su importancia el inmenso poder desaprovechado de la fuerza de voluntad", escribió hace 25 años el psicólogo italiano Roberto Assagioli. "La voluntad disciplinada es un arma formidable", añade Alan Marlatt, psicólogo que está llevando a cabo estudios sobre la forma en que la fuerza de voluntad ayuda a las personas a romper los malos hábitos y a cambiar su vida. "Algunos diccionarios definen la fuerza de voluntad como el control sobre los impulsos y los actos propios. Las dos palabras clave de esta definición son fuerza y control. La fuerza existe, pero hay que controlarla" He aquí lo que el psicólogo Marlatt y otros expertos aconsejan para conseguirlo:

Adopte una actitud positiva. No cometa el error de confundir la fuerza de voluntad con el sacrificio. La fuerza de voluntad se torna más dinámica cuando se aplica a propósitos positivos y estimulantes.

Cierto hombre de negocios reconocía, por una parte, que abusaba del alcohol; pero, por la otra, le parecía que unas cuantas copas antes de la cena atenuaban la tensión a la que vivía sometido. Ahora bien, como el licor aunado al trabajo intenso lo aletargaban, minutos después se quedaba dormido. "Un día me di cuenta de que estaba desperdiciando mi vida", confiesa. Y en vez de seguir cultivando "la hora del aperitivo", se propuso dedicarle más tiempo a su hijo. Al principio le costó mucho trabajo; echaba de menos el efecto relajante de las bebidas alcohólicas, pero se dijo que con este cambio iba a salir ganando. Y estaba en lo, cierto: el hecho de que las relaciones familiares fueran ahora más gratificantes le dio nuevas energías para el trabajo; mas incluso que el alcohol.

La fuerza de voluntad, aplicada en lo positivo, nos ayuda a superar la inercia y a enfocar los pensamientos en el futuro. Cuando se le acumulen las dificultades, imagínese a si mismo gratamente ocupado en pos de su meta: esto lo estimulará a seguir adelante.

Decídase a cambiar. El catedrático de psicología James Prochaska ha identificado cuatro etapas en el proceso de un cambio de conducta; las denomina precontemplación (resistirse al cambio), contemplación (ponderar los pros y los contras del cambio), acción (ejercitar la fuerza de voluntad para llevar a efecto el cambio) y sostenimiento (activar la fuerza de voluntad para apuntalar el cambio). Algunas personas son "contempladores crónicos", señala James Prochaska. Saben que deberían ingerir menos alcohol, pero se beben otra copa mientras meditan en ello. Quizá nunca pasen de la contemplación a la acción. Para concentrar y movilizar sus esfuerzos, fíjese una fecha límite. Fíjese objetivos muy específicos.

Marlatt observó a un grupo de personas que el día de Año Nuevo se propusieron modificar ciertos aspectos de su conducta. Comprobó que cosecharon mejores resultados quienes habían especificado mejor sus metas. Un señor que se propuso elogiar diariamente a su mujer, a los tres meses seguía cumpliendo esta resolución. Otro, que vagamente se comprometió a "ser más amable con la familia", a los cuatro días olvidó sus propósitos.

"No diga: Voy a hacer más ejercicio, voy a leer más", aconseja Marlatt. "Diga: Todas las mañanas voy a caminar durante 45 minutos, o tres noches por semana voy a leer durante una hora".
Tenga fe en su causa. Si hace ejercicio sin mucho convencimiento porque no ve resultados, recuerde que no basta desear algo para lograrlo.

Marlatt aconseja a sus clientes que preparen un cuadro dividido en cuatro secciones, y que anoten en ellas las ventajas y las desventajas esperadas a corto y a largo plazo. Así, por vía de ejemplo, una persona que resolvió dejar de fumar, en una de las secciones superiores del cuadro apuntará las desventajas a corto plazo ("Al principio me sentiré espantosamente mal") y, en la otra, los beneficios inmediatos ("Dispondré de más dinero para otras cosas"). En las dos secciones inferiores anotará, en un lado, las ventajas a largo plazo ("Mejorará mi salud") y, en el otro, las desventajas ("No tendré a la mano un buen medio para mitigar el estrés"). El sujeto reafirma su fuerza de voluntad anotando claramente las ventajas y desventajas..

Estimule su amor propio. Ahora bien, no basta conocer los beneficios, observa Prochaska. El más potente incentivo es el deseo de mejorar la imagen de uno mismo y de empuñar las riendas de la propia vida. "Los argumentos racionales son convincentes", prosigue, "pero la gente no responde de verdad hasta que entran en juego las emociones".Un señor que fumaba tres cajetillas diarias de cigarrillos, contrajo bronquitis. Por supuesto, no prestaba atención a las advertencias de su médico. "De buenas a primeras advertí la insensatez de mi conducta", refiere. "Me estaba haciendo daño deliberadamente. Hasta por amor propio debía yo dejar de fumar". En esta forma, el deseo de formarse una mejor opinión de sí mismo le infundió la fuerza de voluntad necesaria para mandar a volar los cigarrillos.

Reafirme constantemente su voluntad. En 1915, el psicólogo Boyd Barrett propuso una lista de actos que, practicados repetidamente, reafirmarían la voluntad. Por ejemplo: subirse a una silla y bajar de ella 30 veces seguidas, Q arrojar al piso una caja de fósforos que a continuación se recogerán con sumo cuidado para colocarlos uno a uno donde estaban. Los ejercicios de esta índole, aseguraba el psicólogo, reafirman nuestra fuerza de voluntad y la capacitan para arrostrar situaciones especialmente difíciles. Las sugerencias de Barrett bien pueden parecernos anticuadas, pero puede actualizar el concepto que inspiró. Prevea las dificultades. El viejo dicho de "querer es poder" no refleja toda la verdad. Aunque tenga usted el firme propósito de lograr algo, debe prever los obstáculos que le saldrán al paso, y la manera en que habrá de arrostrarlos. Si ha dejado usted de fumar, ensaye mentalmente qué dirá cuándo le ofrezcan un cigarrillo. Si se ha propuesto correr por las mañanas para hacer ejercicio, tenga preparado un programa de gimnasia bajo techo por si un día amanece lloviendo. Sea realista. Hasta la voluntad más firme puede flaquear cuando, por ejemplo, la meta consiste en bajar 20 kilos en tres meses o hacer ejercicio tres horas diarias. Y el fracaso refrena el deseo de volver a intentarlo.

A veces conviene más fijarse objetivos modestos, que uno demasiado difícil. Siguiendo el lema de Alcohólicos Anónimos ("Sólo por hoy"), divida su objetivo en segmentos que abarquen un solo día, y renueve su resolución al día siguiente. Al cabo de una semana contará usted con una serie de triunfos que le servirán de acicate. Sea paciente. La fuerza de voluntad no se adquiere de la noche a la mañana. Se logra paso a paso, y, algunas veces hay recaídas. Averigue qué ocasionó el tropiezo, y redoble sus esfuerzos. Una amiga fracasó la primera vez que se propuso dejar de fumar. Analizó las circunstancias de la reincidencia, y cayó en la cuenta de que necesitaba tener las manos ocupadas. En su segundo intento, sacaba estambre y agujas de tejer apenas sentía la tentación de encender un cigarrillo. A la vuelta de unos meses acabó de tejer un suéter para su marido y, al parecer, había desechado de una vez por todas, su adicción al tabaco.



voluntad

No flaquee. La voluntad se robustece con cada victoria. Cuando, a base de voluntad, se ha logrado vencer un mal hábito o renunciar a un empleo sin porvenir, aumenta la confianza en uno mismo para emprender otros propósitos. En palabras de Assagioli, una trayectoria de éxitos hace surgir una voz interior que nos proporciona "un firme asidero para detenernos al borde del precipicio". Acaso tenga usted que arrastrar, tareas más arduas, pero ya antes ha triunfado, y bien puede volver a triunfar.


Tomado del Reader’s Digest



0 comentarios