Un interesante ensayo publicado en The Lancet, la revista médica británica, nos interpela sobre las desigualdades sociales presentes en el consumo del tabaco: Quienes fuman más ¿los pobres o los ricos?
Los estudios sobre tabaquismo y control del tabaco poco o nada se ocupan del impacto del tabaco en los diferentes sectores sociales: Todos son fumadores. Y si de establecer diferencias se trata, parece ser suficiente con determinar impactos por edad y género.
Ante un mercado tan diverso que seguramente la industria del tabaco trabaja desde el ingreso percápita, gustos, cadenas de comercialización, comercio ilícito y penetración de medios de comunicación, para formular sus estrategias de marketing, son bienvenidos los estudios que desde otros enfoques nos alientan a profundizar el estudio de los productos del tabaco.
The Lancet, acaba de publicar un ensayo, estudiando “la mortalidad registrada en 1996 entre hombres de 35 a 69 años procedentes de cuatro países distintos (Canadá, Estados Unidos, Polonia, Inglaterra y Gales). En total, se evaluaron más de 560.000 fallecimientos, que se agruparon según si la víctima procedía de una clase social alta, media o baja. Esta clasificación se realizó en función del empleo que tenían, el poder adquisitivo característico del lugar de residencia o el nivel educativo”. Los fallecimientos en todos los casos están asociados al cáncer de pulmón, por su relación con la adicción al cigarrillo.
Entre otras conclusiones, se estableció que el riesgo de muerte es dos veces mayor entre los que tenían menos recursos económicos. "De hecho, en el estrato más bajo de cada país la mortalidad atribuible al hábito de fumar se asoció a cerca del 40% de las muertes". ¿Cuáles serían los resultados si el estudio involucrara países del tercer mundo? Seguramente, el riesgo de muerte se multiplicaría por las condiciones socioeconómicas de sus pobladores y la agresividad de las estrategias de las tabacaleras.
Desde luego el ingreso familiar no puede ser la única variable que incida en esta apreciación. Hay otros factores de riesgo asociados que actúan sobre las condiciones de pobreza: Mala alimentación, hacinamiento, impactos ambientales, índice de alfabetización, sistemas sanitarios, otras enfermedades, etc.
Sobre el tema de la pobreza se ha ocupado la OMS, quien destinó el Día Mundial sin Tabaco del 2004 al tema 'Tabaco y pobreza: un círculo vicioso', pero su incidencia aconseja establecerlo permanentemente en la agenda de la lucha contra el tabaco. “Esta organización afirma que, como demuestran distintos estudios, las personas más pobres y con un menor nivel de instrucción son las que más fuman, lo que acaba mermando los ingresos y las economías que ya eran precarias de por sí. De hecho, este tipo de personas anteponen la compra de tabaco a otro tipo de necesidades básicas como puede ser la alimentación, la atención sanitaria o la educación”.
Queda mucho terreno para avanzar en la lucha contra el tabaco. Nuevos y novedosos estudios se imponen, donde las variables socioeconómicas y políticas deben enriquecer los estudios y las decisiones en materia de salud pública y políticas de gobierno.
Los estudios sobre tabaquismo y control del tabaco poco o nada se ocupan del impacto del tabaco en los diferentes sectores sociales: Todos son fumadores. Y si de establecer diferencias se trata, parece ser suficiente con determinar impactos por edad y género.
Ante un mercado tan diverso que seguramente la industria del tabaco trabaja desde el ingreso percápita, gustos, cadenas de comercialización, comercio ilícito y penetración de medios de comunicación, para formular sus estrategias de marketing, son bienvenidos los estudios que desde otros enfoques nos alientan a profundizar el estudio de los productos del tabaco.
The Lancet, acaba de publicar un ensayo, estudiando “la mortalidad registrada en 1996 entre hombres de 35 a 69 años procedentes de cuatro países distintos (Canadá, Estados Unidos, Polonia, Inglaterra y Gales). En total, se evaluaron más de 560.000 fallecimientos, que se agruparon según si la víctima procedía de una clase social alta, media o baja. Esta clasificación se realizó en función del empleo que tenían, el poder adquisitivo característico del lugar de residencia o el nivel educativo”. Los fallecimientos en todos los casos están asociados al cáncer de pulmón, por su relación con la adicción al cigarrillo.
Entre otras conclusiones, se estableció que el riesgo de muerte es dos veces mayor entre los que tenían menos recursos económicos. "De hecho, en el estrato más bajo de cada país la mortalidad atribuible al hábito de fumar se asoció a cerca del 40% de las muertes". ¿Cuáles serían los resultados si el estudio involucrara países del tercer mundo? Seguramente, el riesgo de muerte se multiplicaría por las condiciones socioeconómicas de sus pobladores y la agresividad de las estrategias de las tabacaleras.
Desde luego el ingreso familiar no puede ser la única variable que incida en esta apreciación. Hay otros factores de riesgo asociados que actúan sobre las condiciones de pobreza: Mala alimentación, hacinamiento, impactos ambientales, índice de alfabetización, sistemas sanitarios, otras enfermedades, etc.
Sobre el tema de la pobreza se ha ocupado la OMS, quien destinó el Día Mundial sin Tabaco del 2004 al tema 'Tabaco y pobreza: un círculo vicioso', pero su incidencia aconseja establecerlo permanentemente en la agenda de la lucha contra el tabaco. “Esta organización afirma que, como demuestran distintos estudios, las personas más pobres y con un menor nivel de instrucción son las que más fuman, lo que acaba mermando los ingresos y las economías que ya eran precarias de por sí. De hecho, este tipo de personas anteponen la compra de tabaco a otro tipo de necesidades básicas como puede ser la alimentación, la atención sanitaria o la educación”.
Queda mucho terreno para avanzar en la lucha contra el tabaco. Nuevos y novedosos estudios se imponen, donde las variables socioeconómicas y políticas deben enriquecer los estudios y las decisiones en materia de salud pública y políticas de gobierno.
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